LA MODA DE TATUARSE JEFFREY DAHMER. Repasamos la historia y anécdotas de este criminal con rostro angelical que devoraba a sus amantes.
Hace poco descubrí un vídeo del bueno de Renne ZZ sobre la moda de tatuarse a Jeffrey Dahmer, esto me inspiró una reflexión sobre el tema. Este es el vídeo en concreto:
Y es que, en tiempos donde la realidad se digiere en episodios de 40 minutos, y la historia se convierte en entretenimiento de plataforma, era cuestión de tiempo que Jeffrey Dahmer, el asesino en serie con mirada de oficinista y hábitos de pesadilla, reapareciera en nuestra conciencia colectiva. Lo que no era tan previsible es que también reapareciera en nuestras pieles.
Sí: los tatuajes de Jeffrey Dahmer son ahora, para algunos, un gesto de fascinación. Para otros, una provocación. Y para muchos, simplemente, una falta de juicio disfrazada de “interés psicológico”.

Y es que, a pesar de los horrores perpetrados por el caníbal Jeffrey Dahmer, muchas personas entre ellas la australiana Britnee Chamberlain, de 28 años, han decidido grabarse en la piel un diseño alusivo al asesino en serie, cuya vida ahora se plasma en una nueva producción de Netflix, que, por cierto, fue la serie más popular el fin de semana anterior.
Apasionada por los relatos de crímenes, Britnee también exhibe homenajes a otros criminales, como Ted Bundy. Entre 1978 y 1991, Jeffrey Dahmer asesinó a 17 hombres y jóvenes en los Estados Unidos. Sus víctimas, cuyas edades fluctuaban entre los 14 y los 32 años, provenían principalmente de grupos marginados: personas LGBTQIA+, hombres de raza negra o nativos americanos, y personas de escasos recursos.
La violencia y crueldad de este criminal, despertó el interés de otro sanguinario mata adolescentes, John Wayne Gacy el cual dijo:"¿Qué opino de Jeffrey Dahmer? No lo conozco personalmente, pero les diré algo: es un buen ejemplo de por qué la locura no tiene cabida en los tribunales. Porque si Jeffrey Dahmer no cumple los requisitos para la locura, me daría pena encontrarme con alguien que sí los cumpla. Más allá de eso, no tengo nada que decir sobre Jeffrey Dahmer porque no soy Jeffrey Dahmer".
El true crime como fetiche
Lo cierto es que a Jeffrey Dahmer no le gustaba la gente con tatuajes porque dijo que la tinta hacía que la carne supiera raro. Qué ironía ¿verdad?
La serie de Netflix ha reavivado el morbo, la curiosidad por lo inhumano, esa atracción oscura que mezcla asco y admiración por quien transgredió todos los límites. El fenómeno no es nuevo —Hitler, Manson, y otros monstruos históricos han tenido su cuota de merchandising macabro—, pero en la era del algoritmo, el culto a lo perturbador se ha vuelto más inmediato, más compartible, más... tatuable.
Y aquí es donde el asunto deja de ser solo televisivo y se vuelve epidérmico. Literalmente.
Tinta con olor a formol
Britney Chamberlain, la joven australiana que se tatuó la cara de Dahmer en la pierna, argumenta que su decisión no celebra los crímenes, sino la "determinación" del asesino. Una antítesis tan absurda como inquietante. ¿Desde cuándo admiramos la perseverancia de alguien que la usó para disecar víctimas? Es como elogiar la eficiencia de un verdugo por su puntualidad.
El cuerpo, en este caso, se convierte en un cartel ambulante de ambigüedad moral. ¿Es arte? ¿Es rebeldía? ¿Es simplemente una pésima elección estética con ínfulas de profundidad?
¿Libertad total o ética mínima?
No se trata de censura, claro. Nadie —o casi nadie— sugiere que debamos prohibir ciertos tatuajes por decreto. La libertad de expresión incluye el derecho a tatuarse lo que a uno le venga en gana. Pero hay una diferencia sustancial entre lo que es legal y lo que es legítimo, entre lo que puedes hacer y lo que deberías hacer si tienes, digamos, un mínimo de empatía.
Tatuarse a Dahmer no es como llevar un dragón o una flor de loto. Tampoco es un símbolo de provocación cultural como un político o un ídolo polémico. Es grabar la cara de alguien que torturó, asesinó y canibalizó a personas reales, muchas de ellas jóvenes racializadas en situaciones de vulnerabilidad. ¿Dónde queda el respeto a las víctimas? ¿Dónde la responsabilidad simbólica?
Si estás de verdad interesado en el tema, te recomiendo el mejor libro escrito en español sobre Dahmer, se trata de Jeffrey Dahmer el Carnicero de Milwaukee escrito por Mutovin Caelius. Un libro lleno de datos espeluznantes fotografías sin censura de los cadáveres y muchos detalles sobre sus crímenes.
El crimen convertido en cultura pop
Vivimos en una era donde la línea entre el horror y el hype se ha desdibujado. Lo que antes se contaba en crónicas policiales ahora se traduce en filtros de Instagram y playlists de Spotify. Tatuarse a Dahmer no es solo una elección personal: es una forma de intervenir en ese debate entre la memoria y la banalización.
Y cuidado: no se trata de puritanismo moral, sino de sensibilidad histórica. Porque cuando el rostro de un asesino se vuelve tan común como el de un actor de culto, corremos el riesgo de estatizar el mal. De olvidar que detrás del mito hay carne. Dolor. Familiares que siguen vivos.
Entonces, ¿debería alguien tener derecho a tatuarse a quien quiera? Por supuesto. Pero también tenemos derecho a preguntarnos en voz alta qué estamos convirtiendo en íconos. Y si no estamos, poco a poco, adornando nuestros cuerpos con las sombras de aquello que juramos no repetir.